Taller Ciervo Blanco de ESCRITURA CREATIVA en Madrid:
1 Imagen 300 Palabras
Taller de escritura creativa Ciervo Blanco: Obras.
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[sections collapse=”always”] [section title=”Objetivo y Funcionamiento” tip=”Abre Para Ver Objetivos y Funcionamiento del Taller”]
- Piensa una idea para un relato inspirándote en la fotografía presentada
- Escribe un cuento de hasta 300 palabras basado en la imagen
- Mándalo a escritores@ciervoblanco.club
- Acude a nuestro encuentro en el lugar y la hora indicados
- Durante la sesión (una o dos horas) leeremos en voz alta los relatos y votaremos al mejor de ellos
- Además, escribiremos un microrrelato (aprox. 100 palabras) en base a otro disparador creativo
Dudas existenciales: +34 668853320
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Sesión de Escritura Creativa: Taller Literario Ciervo Blanco 150306: Libertad
Cuándo: Domingo 06/03/16 a las 17:00
Dónde: Residencia de Estudiantes – C/ Pinar, 21-23 – Madrid (Gregorio Marañón)
Organizadora: Juan & Petra
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Lista de asistentes:
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[hr] [br]
[success]GANADOR: Tela de araña [br] FINALISTAS: El vestido rojo / Las aventuras de Anaís y Ataulfo[/success]
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[section title=”Miguel Ángel Sánz Burgueño – Te acuerdas de mí” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Miguel Ángel Sánz Burgueño – Te acuerdas de mí
[br]
¿Recuerdas cuando eras total e incondicionalmente libre? No, supongo que esos días quedan ya muy lejos. Desde entonces tú y yo hemos andado mucho; pasando por
cantidad de alegrías y por no menos infortunios. Todas esas experiencias son como gotas de ácido sobre un yelmo del acero mejor templado. Sus huellas permanecerán
imperecederas, profundas e inmutables hasta el final de tus días. Lo sabes muy bien. Y si lo sabes tan bien es gracias a mí, ya que te lo he repetido más de mil veces. Pero no te
preocupes, que no desistiré, pues no puedo permitir que el desuso te haga olvidar. Sabes que puedes confiar en mí. Yo nunca te he fallado. Cuando los demás te defraudan, yo
permanezco a tu lado; cuando alguien te hace daño, yo te proporciono consuelo. Siempre lo he hecho y jamás dejaré de hacerlo. No dejaré de ofrecerte respuestas que te
satisfagan, seguiré dándote aquello que desees. No, no hace falta que me lo agradezcas. Tu gratitud no es necesaria, pues ésta es mi finalidad en este mundo. Me fascina ser lo
que tú quieras que sea, pues estoy aquí para servirte. Puedes confiar en ello.
Ahora, tu ilimitada curiosidad te ha llevado a ver algo que hace tiempo había conseguido velarte. Donde antes veías unas manos libres de ataduras, hoy percibes una soga con innumerables cabos; ninguno suelto. Por ello, tus deseos se han concentrado en uno solo: verte a ti mismo total e incondicionalmente libre.
Pues bien, como sabes, tus deseos son órdenes para mí. Soy tu Genio de la Lámpara, tu Hada Madrina, tu Pozo de los Deseos, tu Rey Mago, tu Ratoncito Pérez… Soy quien convierte tus deseos en realidades. Realidades que casi puedes tocar con tus manos, ahora libres de ataduras. Confía en mí: ahora eres libre. Eres libre para desear el mundo entero, si ésa es tu voluntad. Yo te lo ofreceré todo.
Y así, sintiéndote realizado, sintiéndote satisfecho, al menos por un instante, conseguirás olvidarte de mí.
[/section][section title=”Helena Peñalva – Conversación con la Libertad” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Helena Peñalva – Conversación con la Libertad
[br]
La Libertad está charlando con los embajadores de Oriente y Occidente.
Oriente: Por fin. Ya he dejado atrás la miedo, el sufrimiento, la ira. He realizado un largo viaje para llegar hasta aquí. Cualquiera diría que el ser humano nace libre, sí, ¿pero en qué medida? Todos vivimos condicionados, ya sea por la genética, por la educación, por nuestra situación económica, por la situación política de nuestro país; de las que no tenemos la culpa. Yo he tenido que luchar por mis derechos como si nadie hubiera velado por ellos, he atravesado zanjas, he cruzado vallas, he surcado mares, y lo más doloroso, sin duda, ha sido dejar a muchos de mis seres queridos atrás.
Libertad: La sociedad ha velado por la libertad a lo largo de la historia aunque todavía hay mentes que son impermeables, y por desgracia están al mando de las grandes decisiones. Se trata de llegar a lo más profundo de sus mentes. En la mente es donde están los límites, que se manifiestan en el exterior a través de vallas, zanjas, odio, violencia. Quien vive libre dentro de sí mismo, vive libre en la realidad.
Occidente: ¿Pero, qué es al fin y al cabo la libertad? ¿Independencia, desapego? Yo vivo atado a mis emociones, a las opiniones de los demás, a mis posesiones, a mi tiempo, a las ideas que me imponen. Tampoco soy libre, en la medida en que no puedo disfrutar de todo lo que tengo. No son límites físicos, pero también me hacen sufrir.
Libertad: Al igual que los ciudadanos tienen que conquistar sus derechos, porque injustamente no se les reconocen incondicionalmente, el individuo también ha de conquistarlos en su propio interior. Soy vuestra guía y ahora digo: disfruta de tus logros.
[section title=”Julia Villaba – Cortar, coser y poner” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Julia Villaba – Cortar, coser y poner
[br]
Como todos los viernes, Pilar y yo nos juntábamos para charlar, solo charlar. Era una imposición de las dos como terapia.
Surgio a raíz de un suceso traumatico. Metieron al hijo de Pilar en la cárcel y todo su mundo se derrumbó. Sentía una culpabilidad muy grande. Culpabilidad respecto a su entorno, parecía que toda la familia era autora del delito. Culpabilidad porque se consideraba responsable por no haber evitado la situación que ahora tanto perjudicaba a su hijo. Esos viernes (por supuesto arreglábamos parte de los problemas del mundo) eran un ritual. Pastas , bollos, pero eso si yo con infudigest y Pilar con infulínea.
Este domingo voy a ver a Javi ,eso era otro problema, sólo un 10 % de los presos están cerca de su hogar. ¿Vas con tu marido? o sigue diciendo que para el su hijo ha muerto. Antonio sigue en sus trece, no perdona a nuestro hijo.
¿Pilar, has considerado la oferta que te hizo cortar, coser y poner?.
No se, ya no tengo la vista de antes.
Ojala tuviera yo tus manos, eres una artista, no lo dudes y acepta.
Tienes razón, me vendrá bien.
Ahora Pilar estaba bien, lo bien que se puede estar dentro de su situación.
Si volvemos la vista atrás…..
Coincidíamos en el autobús. Era una mujer con las manos atadas. Ni un ápice de libertad.
Todos los que estábamos en la fila para ver a los reclusos, eramos extraños. Todos asumen que la culpa del condenado recae sobre ellos.
Eso hace muy difícil la comunicación
Yo llevaba tres años visitando a mi marido, Pilar empezaba el calvario.Yo no tenía ningún asomo de culpa. Mi marido había matado al degenerado que violó y asesino a nuestra hija. y yo estaba a su lado porque fue decisión de los dos.
Por eso pude ayudar a Pilar, y ya no tenía las manos atadas. Ahora era modista. y era moderadamente feliz.
[/section][section title=”Marian Gómez Zamanillo – Romper con todo” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Marian Gómez Zamanillo – Romper con todo
[br]
Llego el momento de romper con esta historia, llego el momento de romper ataduras, llego el momento de la mágica palabra… IRSE
Es difícil, pero ahora he decidido echarte yo… Lárgate
Después de tus idas y venidas, de lágrimas, de risas y sonrisas amargas, de pedir abrazos, de solicitar palabras, de jugar a batallas perdidas, ahora, exactamente ahora, me he dado cuenta que me sobra todo lo tuyo, que me sobran tus palabras vacías, tu presencia, tus miradas a mi espalda y tus besos que quemaban, pero no daban calor.
Ahora quiero que te vayas de verdad, que salgas de mi pensamiento, de mi vida, de mi cuerpo… Lárgate de mi mundo. Te pido que te vayas y no me dices nada. Claro que tú eres de esa “especie” que quiere ser rico sin trabajar, que quieres viajar sin moverte de su sillón, que quieres que le abracen y se declaran en huelga de brazos caídos, que quieren tener amigos y no saben el significado de la palabra leal. Lo quieres todo pero no haces absolutamente nada. Nada de nada, aparte de vivir la mierda de vida que vives día tras día como una inmensa mentira.
Me has dejado sin fuerzas, vulnerable. Y sin embargo, es esta misma vulnerabilidad la que me da fuerzas para bajarte de mi barco dejándote solo ante la tempestad. Es esta misma vulnerabilidad la que me obliga a decirte que te he visto desnudo, por fuera y por dentro y conozco todas y cada una de tus grietas. Es esta misma vulnerabilidad la que me hace aflorar una sonrisa cuando por casualidad me cruzo contigo.
La que te dice que ha roto esas cuerdas que me ataban a ti. La que con estas palabras, te escupe fuera de aquí.
[section title=”Yolanda Pérez Pérez – Si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Yolanda Pérez Pérez – Si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas
[br]
Cuando se despertó, notó cierta ligereza, como si se hubiese desprendido de una parte de su cuerpo. Sentía cierto alivio y a la vez una sensación de vacío, de miedo a lo desconocido. Por primera vez se enfrentaba a su miedo más profundo, la libertad. Y es que parece contradictorio, pero hasta ese momento, se había aferrado a su pareja, a un tiempo pasado y a muchas otras cosas que ahora dejaba atrás. Y entonces pensó las de veces que olvidando vivir intensamente los momentos presentes, había dejado que se convirtiesen en recuerdos. Pero, ¿cómo dejar ir aquello a lo que tenía apego? No había sido tarea fácil, exigía de valentía, una valentía que le había hecho desafiar las críticas de todos aquellos que la rodeaban y que no entendían que una mujer a su edad pudiera tomar esa determinación. Pero es que la libertad no distingue de edad ni de momentos precisos, está al alcance y disposición de casi todos. Y ahora se encontraba envuelta en sábanas de seda pensando en su nueva vida, una vida lejos de la esclavitud de unas normas sociales, del encadenamiento a falsas amistades y de convencionalismos que aún permanecían en el nuevo siglo. Ahora solo le quedaba ser fuerte y resistir a los recuerdos, aunque como decía su madre “las personas solo mueren cuando dejas de recordarlas” y en ese camino aún le quedaba un tramo por recorrer. Pero aunque le costase librarse de las ataduras, una cosa que aprendió en ese mismo instante era que no iba a dejar nunca más que nada ni nadie fuera su todo porque cuando se fuera, se volvería a quedar sin nada.
[/section][section title=”Deiu – Lienzos” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Deiu – Lienzos
[br]
En la celda de su pensamiento, el tiempo se condensaba hasta que los días parecían meses, los sonidos salían de si mismos, ya no sabía si alguien le hablaba fuerte o despacio, si le hablaba y ni siquiera …si había alguien.
No apreciaba si las distancias eran eras o absolutas cercanías y no sabía si sus cadenas medio abiertas eran puentes anteriores al estado de estrella.
La violencia de los guardias, excitados por la consciencia de su poder, enloquecidos por la liberación de sus instintos más primarios, le recordaba la existencia infinita de pájaros que nacen con el cielo dentro. A veces pensaba que la represión no era más que la de sus propios e involuntarios sueños…
Había abandonado a su último amante como un acto supremo de sublevación de su dolor. El, (uno de los guardias, quizás), percibía el acto del amor como una irreversible furia de detener todos los mundos, guitarras y lluvias a la vez. Lo olvidó, en un intento simple de alcanzar el absoluto y por el miedo inconmensurable de tenerlo lo suficiente y profundamente para convertirlo en materia y unir el nacimiento a la perdida.
Afuera ladraban los mismos perros de siempre, hechos de deseos y noches; otros cantaros de luz y de lunas, esperaban, llenos de vacíos, tiempos y eternos retornos……
A lo lejos, alguien encendía hogueras de flores que se convertían en mariposas.
[/section][section title=”Fernando Pascual Chorro – Roma, 2 de diciembre” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Fernando Pascual Chorro – Roma, 2 de diciembre
[br]
-¡Si, y qué! Ahora soy libre, pero ahora no tengo apenas para comer, vivo en una casa en ruinas, me visto con harapos y trabajo el triple que antes para cobrar un salario vergonzoso.
-No te quejes tanto, Lucio, ahora eres libre para lo que quieras. Nadie te va mandar trabajar a la fuerza con un látigo, ni te van a poner cadenas para tenerte atado como un perro. Ya no eres el esclavo de nadie. ¡Se ha abolido la esclavitud!
-¿Pero tú eres idiota, o qué? Si cuando era esclavo comía de caliente todos los días, dormía en un techo decente y no me faltaba ropa limpia con la que vestirme, ¡en un trabajo decente!
-¡Va! Eso era porque el amo al que servías era una buena persona, que era lo raro. Lo habitual era que te trataran a golpes y que no pudieras no rechistar porque te iba en ello la vida. Ahora si no te gusta tu trabajo puedes buscar otro o ser tú el dueño de tu propio negocio.
-¿Buscar otro trabajo? ¿Dónde? Dime donde hay un trabajo en el que el dueño no te explote hasta sacarte la última gota de tu sangre, y cuando ya no puedes más, te eche a calle por inútil. Mi propio negocio sería la solución si tuviera el capital suficiente, o es que te crees que montar un negocio es gratis, ¡atontao, que vives en la inopia!
-¡Bueno, vale! No te pongas así, que todo lo ves siempre igual de negro. Acuérdate que Dios lo ve todo, que aprieta pero no ahoga, que todo en la vida es pasajero, una prueba que nos manda para ganarnos el cielo. Él nos lo va a recompensar en el paraíso.
-Sí, ya. ¡Anda y vete a tomar por culo! ¡Vivan las “caenas”!
[section title=”Eva Pérez Rodríguez – Las aventuras de Anaís y Ataulfo” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Eva Pérez Rodríguez – Las aventuras de Anaís y Ataulfo
[br]
Sobre el foso con cocodrilos una red oscilante mantiene cautivos a los exploradores.
– ¡Anaís, Ataulfo, voy a rescataros!
Salto sobre los obstáculos y demostrando una total despreocupación por mi vida me arrojo sobre la red.
Justo cuando mis pies abandonan la seguridad de la tierra firme, una mano cubierta de escamas me apresa por el cogote.
– ¡Luis, ¿cuántas veces te he dicho que no saltes sobre el sofá?
Es mi madre, la “frustra-misiones”.
– ¡Recoge esos muñecos y vístete!, hoy es la entrevista del colegio privado.
– ¡Uffff!
Veo pasar mi vida entera por el cristal de la ventanilla del coche mientras el edificio del colegio privado se agranda en el horizonte, como un castillo tenebroso en el que mis padres piensan internarme hasta los dieciocho.
Un director lánguido, de rostro cenizo, me somete a tal escrutinio que me siento igual que un raro ejemplar de mustélido en manos de un taxidermista. Levanta la pluma para firmar mi orden de ingreso igual que si fuera una daga a punto de atravesarme. De repente, me pregunta:
– ¿Cuál es tu mayor logro en la vida, jovencito?
A mis siete años, lo tengo claro:
– ¡Salvar a Anaís y Ataulfo de la prisión de un vampiro vegetariano!
El rostro de mis padres palidece. Carraspean, me dan un codazo y acto seguido explican entre balbuceos que Anaís y Ataulfo son mis juguetes favoritos.
Con tono escarchado, el director del centro contesta:
– Comprendo.
Si bien no tiene pinta de comprender nada. Minutos después salimos del colegio, mis padres compungidos, yo feliz pues tengo la impresión de que no me han aceptado. Levanto las manos al cielo con gesto de triunfo y veo romperse mis ataduras. Por una vez, Anaís y Ataulfo me han salvado a mí, en vez de yo a ellos.
[section title=”Adela de Pablo – Vuela” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Adela de Pablo – Vuela
[br]
– Abu, ¿dónde vamos?
– ¿Ves esas nubes?
– Si, están muy lejos
– Allí, tu madre saltaba de nube en nube bailando con las estrellas, tonteaba con el viento, besándose a escondidas.
– Abu, ¡vamos ahora!
– Te llevaré, pero prométeme que no se lo dirás a nadie. Será nuestro secreto.
– ¡Te lo juro!
********************************************************************
– Despierta mi niño, ¡llegamos!
– ¡Hala, Abu, qué bonito!, ¿puedo subir?
– ¡Sube mi vida!
– Abu, mira, ese es mi colegio, y ¡mi casa! y allí está mama y Zeus ladrando. ¡Me gusta mucho, Abu !
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– ¡No! No quiero ir a casa, me quedo aquí.
– Tenemos que volver, mi niño. Nos esperan tus padres y si no vamos pronto, se van a preocupar ¡No llores, mi amor!
– ¡Quiero vivir en esta nube!, ¡contigo!
– ¡Escúchame, mi niño! Siempre estaremos juntos, tú sólo tienes que mirar al cielo, elegir una nube y esperarme.
– Llego a ti. Bajo por el cielo, doblo por las estrellas y camino cinco nubes. Subo a la luna, espero cinco rayos y me bajo en el sol.
– ¡Dame la mano, mi niño! ¡Ahora, ven, sube!
– ¡Alejandro! ¡Vamos, levántate!
– Mami, anoche estuve con la Abu en una nube y os vimos.
– Hijo mío, si tú no conociste a la abuela, murió antes de que tú nacieras.
– ¡Mentira! ¡Abu te llevaba allí, me lo dijo!
– ¡Mamá, perdóname! Te lo suplico, no fui buena contigo…, lo siento, lo siento.
– Mamá, ¿por qué lloras?
– No lloro, es tu abuela que me hace reír, mira, ven. ¿Ves esa nube?
– Sí
– Mándala un beso grande, muy grande.
– ABUUUUU, ¡TE QUIEROOOOOO!
Nube, llévame al cielo, pero por favor no pases por las estrellas, ¡me mareo!
[section title=”Petra Bueno – El vestido rojo” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Petra Bueno – El vestido rojo
[br]
-“Me llevaré el rojo también” le dice la dependienta con tono frío y distante. Saca la Visa, paga y sale con las bolsas hacía el parking. Todos los ojos de la tienda la siguen varios metros, la admiracion casi golpea su nuca. Es muy guapa,lo fue siempre.
De su padre heredó la altura, de mamá los ojos verdes y esa tristeza que la acompaña desde niña, casi una mancha negra en el alma que pudiera ser vista por radiografía.
Tenía ese algo que buscan los grandes como Dior y Chanel, asi que, casi sin otra elección pasea por las pasarelas, dejándose caminar bajo luces y flashes, pareciendo algo que no es y que, paradojas de la vida, todas quieren ser.
Entra en su descapotable biplaza, tira las bolsas con desgana sobre el asiento de cuero. El vestido de seda roja se desliza desde una de ellas suavemente, dejando escapar una manga y parte del cuerpo. Made in Brasil, diseño divertido que dice en la etiqueta: “quebre a corda e seja feliz!”. “Rompa la cuerda y sea feliz!” ¿Ponte ese escaso metro y medio de tela y por fin serás dichosa?.. De repente piensa en un sentido nuevo para esas palabras, las repite en un susurro varias veces, rompe la cuerda, rompe la cuerda… Se feliz…Arranca y conduce directa al Mac-auto, pide una whooper XXL con extra de bacon,doble de patatas, y helado grande. No puede parar de reir, Su perfección ha sido su mayor atadura, ahora sabe ciertamente qué cuerda tiene que quebrar. Una brisa fresca se lleva aquel pesar, mientras sigue dando enormes bocados a una nueva vida.
[section title=”Carmen Casal – Aquellas manos, aquella libertad” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Carmen Casal – Aquellas manos, aquella libertad
[br]
Sentado al piano, sus manos acariciaban las negras con la delicadeza de quien siente el tacto del alma. Las blancas parecían una extensión de sus propios dedos. Era cuando hacía fluir la melodía cuando cada uno de sus músculos desprendía más fuerza. Mientras tanto, en su mente, las notas chocaban con fuerza entre ellas, produciendo relámpagos de placer. Sus ojos se abrían y cerraban al compás de la lluvia que caía en el cristal de la habitación de al lado. Allí, a través de la puerta entreabierta, ella veía esa libertad. Absorta, recordaba sus nocturnas conversaciones, aquel espacio en el que se fingían, o no, libres del mundo. Aquellos dimes y te digo, sin tiempo y sin mañana. Las ilusiones de un algo que no era, pero tampoco dejaba de ser.
Y, al mismo tiempo, se preguntaba qué había sido de aquellos momentos. Quizás el interés, una vez más, había perdido la batalla a la indiferencia. O simplemente había pasado la vida, con sus juegos, sus trampas y su suerte, y había demostrado que no es más que una ilusión. Cuantas más preguntas dejaba pasar por su mente, más libre se sentía, pues, esconderse detrás de un “no sé” y de un silencio, solamente hacía aparecer límites en su interior. Cada una de ellas ocupaba un lugar infinito. Con respuestas o sin ellas, las sentía más suyas que nunca. Se sentía plena al observarse y era libre de una forma tan sencilla como no podría habérselo imaginado jamás.
Y así, sin ocultarse debajo de ningún pero, continuó preguntándose, y, mientras observaba el piano ya solitario, sintió de nuevo aquellas noches, aquellas manos, aquella libertad.
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[section title=”Armando J. Castany – La última carta” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Armando J. Castany – La última carta
[br]
El reloj marcaba las tres y el café se enfriaba sobre la mesa del comedor. El fino bolígrafo caro de tienda de regalo descansaba sobre un fino papel de lino, comprando especialmente para la ocasión. Fue casi un arrebato al verlo en la vitrina y se lo imaginó luego, lleno de frías y duras palabras que conseguía todas las noches de insomnio, tanto que les daba vuelta con la lengua sin decidirse nunca a pronunciarlas.
Nadie jamás la leería. Darse cuenta de este hecho incuestionable le hizo tragar el sabor a hiel. Dejó el bolígrafo hermoso sobre el papel hermoso, virgen, inmaculado. El bolígrafo desenfundado, listo; pero incapaz.
Veía su reflejo en el lustro de los zapatos de cuero que se balanceaban torpemente sobre la silla de mimbre. Había hecho y rehecho el nudo cientos de veces como remedio contra el insomnio, pero ahora el nudo era casi perfecto.
Sólo un golpecito.
Será breve.
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[section title=”Juana Rosa – Tela de araña” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Juana Rosa – Tela de araña
[br]
Despierto, entre las sábanas blancas de nuestra habitación, al escuchar el sutil sonido de la puerta cerrándose. Te has ocupado para que las bisagras no chirríen sin embargo el taconeo de tus botas resuenan, como un martilleo rítmico, en el pasillo, mientras te alejas. No hace mucho, sólo sentir que te ibas me dolía pero…cariño, ya, no; ahora prefiero tu ausencia.
Me concentro, por unos momentos, en conseguir que el aire invada mis pulmones en una profunda inspiración, para después dejarlo escapar, con laxitud, sobre las paredes blancas de la habitación. Muebles coloridos decoran la estancia y una foto nuestra, en blanco y negro, la mesilla. A simple vista no es un lugar peligroso, pero es donde me he dejado capturar; tu red de caza, mi celda velada. Has tejido, pausadamente, el espacio en ella con hebras emocionales, ordenadas en espirales cruzadas. El dibujo proyectado era pulcro y hermoso. Incluso, reconozco que has hecho parecer a la red elástica; más es pegajosa y me atrapa. Me cautivaste, sin siquiera darme cuenta de cuando ni como elegí estar aquí. Me adherí a la esclavitud de los hilos viscosos en que me hallaba, convenciéndome que tenían algún sentido. Vivía enredada hasta ayer cuando, por fin, vi que los trazos de las hebras adquirían un patrón, una trama a tu medida. Pero me espantó, mucho más, ver mis manos atadas con cándidos y suaves filamentos de frágil seda del grosor de una soga
La luz entra, sin cortapisas, por el ventanal luminoso de esta undécima planta, con vistas. Miro exclusivamente hacia el cielo, y es azul, ya es azul. La cadencia respiratoria se hace natural y me hace libre. Rompo el amarre.
[/section][section title=”Francisco Javier Oliva Ruiz – El druida” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Francisco Javier Oliva Ruiz – El druida
[br]
El druida le había prohibido hablar hasta que tuviera la certeza absoluta de saber la respuesta a la pregunta éste le había formulado.
―No hace falta que me respondas, pero si se te ocurre abrir la boca daré por supuesto que conoces la solución― le dijo justo antes de plantearle el acertijo que le atormentaba.
Pudiera ser que la pregunta no fuera importante, que ni siquiera lo fuera la respuesta. Quizá se tratara únicamente de una estratagema para mantenerle en silencio durante la mayor parte del camino. Los viejos no gustan de ser interrumpidos por los jóvenes, mucho menos si estos ansían lo que ellos ya poseen. Pero si en verdad deseaba ser uno de los sacerdotes más importantes de la comarca debía cumplir sus instrucciones y aprender de sus enseñanzas.
Por eso caminaba detrás de él con la boca cerrada y la vista fija en la cinta de sus sandalias. Los dibujos que hacían las sombras de los árboles sobre el camino eran su único entretenimiento, porque hacía horas que había claudicado. El problema no tenía una solución lógica, ni siquiera verosímil. Daba lo mismo darle cualquier respuesta, un color, un número o un nombre escogidos al azar. Ninguno se ajustaba a la solución que buscaba, pero paradójicamente podían serla todas. Entonces, ¿cómo arriesgarse a abrir la boca? Supo que el viejo había sabido amarrar sus pensamientos de tal forma que no había fuerza humana para liberarse. Así es como ejercía su dominio sobre los demás.
―Maestro: ¿es cierto que cielo se abre cuando una vida se cierra? ―se atrevió por fin a decir.
―¿Acaso conoces ya la respuesta a mi acertijo para plantearme tú otro a mí?
―Maestro: ésa y no otra era mi respuesta. Le agradecería que guardara silencio hasta que pudiera asegurarme que realmente tiene la solución.
[/section][section title=”Luis Rivero – Desde otra vida” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Luis Rivero – Desde otra vida
[br]
Desde otra vida, al borde del infierno:
En el fondo del hoyo, sin luz, sin aire.
Por fin rompió las ataduras, habiendo bebido la pócima del fiero instinto primal.
Trepo por las carcomidas escaleras con fría ira, el instinto del predador.
Bajo la fría luz de luna llena, de claridad de metal, los pinos se elevan majestuosos.
Un mundo manso, bajo la amorosa mirada de Dios.
Corre por entre los arboles, sus quietas ramas hieren su carne. No siente nada.
Con los ojos rojos inyectados en sangre, poseído por la antigua furia de Judas.
Devora las colinas, no se moja en los rios. Persigue un espectro que no existe, que no ve.
Los inocentes animales que no han conocido la bestial cólera infernal, sin objeto, ominosa, vacía… Se esconden a pastar plácidamente en prados sin ruido.
Escala la gran roca desnuda, antes del precipicio, antes del gran río. Los pasos ya pesados, sin fuerzas.
La roca arranca su carne desnuda. Con desesperada ansia.
En el borde del precipicio, antes de caer, por fin en los últimos jadeos.
Sin fuerza ya. Solo ve la luna:
“BABA!”. Antes de morir.
[/section][section title=”Julio S. González – Guerreros para siempre” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Julio S. González – Guerreros para siempre
[br]
Querido amigo,
cuántos son los momentos que he gozado tu compañía sin queja alguna a pesar de mi carácter y mis exigencias, y cuantas las vicisitudes por las que hemos pasado juntos. Apenas era un niño cuando nos presentaron y desde entonces no hemos podido despegarnos, incluso ahora, cuando tras ayudarme a escapar de mi prisión avanzamos bajo este tórrido sol huyendo de nuestros captores. Cerca está sin duda babilonia donde mis fieles generales nos acogerán en palacio con entusiasmo pues sin duda nos suponen ya muertos.
Y es que desde que algún despreciable envenenó al gran Efesión eres el único amigo en el que puedo confiar mi suerte. Ah como añoro esos años de locura cuando combatíamos como un solo cuerpo, segando cabezas y miembros con la espada: Gránico, Issos, Gargamela, Hidaspes. Sólo con músculos y acero subimos colinas y vadeamos ríos de agua y de sangre, desde el Helesponto hasta el mismísimo Indo.
Y ahora en confianza, necesito agua pero también una buena fémina…no sientes tú la misma pulsión después de liberarme. Te conozco bien compañero aunque no sé quién de los dos es más misógino. Yo he tomado a las más bellas princesas de Mesopotamia y Persia pero me he hecho cargo de mi descendencia, en cambio tú te has limitado a cortejar y copular con esbeltas hembras en los campamentos de las estepas sin asumir ninguna responsabilidad pedazo de crápula.
Lástima que no puedas responderme, aunque veo que me escuchas por esos inmensos ojos ahora cansados como tu cuerpo de tanto combatir. Gracias a ti fiel amigo vuelvo a estar libre hoy. Tanto monta como dije en Gordio cuando de un tajo rasgué limpiamente el imposible nudo de cuerda con el que ofrecían sus posesiones a Zeus. Una cuerda parecida a la que me mantenía preso hace unos momentos y que has sido capaz de rasgar con el sólo filo de tus incisivos.
Alzo mis puños al cielo por ti Bucéfalo y ahora permíteme que calle veo estandartes amigos y no quiero que me tomen por loco si me ven hablar con un caballo.
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[section title=”Miguel Ángel Joyanes – Debería escampar” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]Miguel Ángel Joyanes – Debería escampar
[br] Las gotas de lluvia resbalaban sobre mi mejilla cuando desperté tumbado en el suelo. Tenía una venda en los ojos y las manos atadas a mi espalda. Las gotas llegaban amortiguadas, como un pulverizador aplicado sobre la cara. Sin embargo, la sonoridad de la lluvia, al chocar contra el suelo resultaba estridente. Supuse que rebotaban contra el alféizar de una ventana abierta hasta mojarme el rostro. A cierta distancia, varios tipos jugaban al dominó. Uno de ellos se acercó a mi lado. Noté el fuerte olor a ginebra cuando puso su boca cerca de mi oído.—No me estás dando suerte en el juego, empresario. No me estás dando suerte.No contesté, y enseguida regresó con ellos. Un locutor radiofónico informaba sobre el estado del tráfico cuando de forma brusca la emisión se interrumpió. Por las quejas de los sujetos, comprendí que se había producido un corte eléctrico. Algunas botellas crepitaron lanzadas contra las paredes. Un cristal alcanzó uno de mis pómulos. Con esfuerzo, conseguí levantarme. Apoyé el vientre sobre el marco de la ventana, y me dejé caer. Sentí el impacto sobre el hombro derecho, pero el ruido de la tormenta, y las protestas por el corte de luz, amortiguaron el yo hiciese. Cuando apenas escuchaba sus voces, corrí de forma alocada pero no tardé en resbalar. Caí sobre una superficie grasienta, que desprendía olor a taller de coches. Escuché la voz de Juan, mi hermano. Se encontraba atado a una viga pero él si podía ver. Me indicó un banco de trabajo de donde colgaban una serie de sierras. Tomé una y se la entregué. Al desprenderme de los cordajes retiré la venda que cubría mis ojos, liberando a mi hermano. Agotados de correr, nos tumbamos boca arriba sobre hierba todavía húmeda. Había dejado de llover.
[/section] [section title=”Iván Rendón – Diseño de cielos” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Iván Rendón – Diseño de cielos
[br]El rumor del silencio teje lentamente alrededor de tus manos: -cada átomo se ciñe a un adn inédito, se blanquean los lirios moleculares como lazos elípticos, de entre las nubes el nudo se envuelve sobre si, dice Rosa mientras atiende en la pantalla el gatillo creativo de ciervo blanco, un club de escritura imposible del siglo 22.
¿Personaje ella misma?, o es el rumor que resuelve mirar en una cuerda la elipsis del ADN o mejor acaso, e liquen dorado de un río visto en Burgos, si Castilla, no mejor más específico Medina del Pomar, no mejor un río dorado en los ojos reflejado como agua
Rosa se ha impacientado, alisa un poco la falda -lisas pendientes hiladas de algodón que apenas y unos meses era copo blanco en los campos de Taiwán, luego cosechado, hilado, tejido, hasta ser hoy parte del movimiento del paso de Rosa, y su piel, del cuenco de sus muslos, adosados en invernal deleite de malla negra- alisa un poco la falda, mira el ordenador, me pide (a mí, su invisible testigo, el otro que no es otro, sino el mismo de Levinas deconstruido) que la lleve donde haya un cielo, le amarre un solo lazo que parezca adn o liquen dorado, o vértigo de espirales de algo que no sea algodón, sino yute u ónix, o significados lacanianos, nudos borromeos
y luego
sin avisarle los rompa
se da cuenta
determinismo biológico
anti tesis
que no eran de onix
era algodón
como las nubes de esos cielos
“mira autor, otro, sin otro que yo misma, voz interior de piel más real que tú, mira: es algodón”
“y no importa, mi corazón, como el algodón expandido lo absorbe todo”
me quedo callado
salgo a la calle
busco un cielo
libero mi corazón
[/section][section title=”Juan José Montero – Billy, el animalista” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Juan José Montero – Billy, el animalista
[br]
Vestido de negro de los pies a la cabeza, Billy se coló en el circo y tras quitar las ataduras al dinosaurio enano, lo introdujo en una bolsa y lo soltó en la montaña, cerca del lago. “Corre, aquí serás libre” le dijo, y le contempló mientras se perdía en la espesura del bosque.
A pesar de la desaparición de su estrella principal el circo abrió las puertas de nuevo, “maldita sea, esos explotadores no se dan por vencidos” se dijo Billy. Entonces, de madrugada liberó al gallo con trompa de elefante y lo llevó hasta la montaña. De nada le sirvió, volvieron a abrir. Decidió, pues, liberar a la hormiga violeta del desierto (capaz de matar un gato de un pisotón), pero tampoco consiguió que cerraran. Entonces, hizo lo mismo con la gallina barbuda, el caballo ciempiés, con el orangután alado y así continuó hasta terminar con todos y cada uno de los espectáculos.
Al día siguiente fue a confirmar, orgulloso de su hazaña, que habían cerrado. Un cartel junto a las taquillas lo ponía bien claro. “El circo está clausurado”, leyó Billy. Pero al ir a marcharse se fijó en una nota, escrita en letra pequeña. Se leía lo siguiente: “El circo se ha trasladado a la montaña, cerca del lago, donde podréis disfrutar del dinosaurio enano, la gallina barbuda, el caballo ciempiés y todos nuestros maravillosos espectáculos. Por favor déjennos trabajar en paz”. El texto estaba firmado por la pezuña de todos y cada uno de los animales que Billy había dejado en libertad.
e pudiera valerse por sí misma. Un billete, sólo ida. Hizo clic sobre “finalizar compra”, y el ruido del ratón le recordó al de una cuerda que se rompe, al de unas esposas que se abren.
[section title=”Víctor González Iniesta – Por el sobresalto” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Víctor González Iniesta – Por el sobresalto
[br]
-¡MĤHR-IHMHM/HM!
Por el sobresalto, una muchacha sentada junto a él levantó la vista a una nueva luz y el móvil rodó desarmado por el suelo. Sin embargo, nadie se apresuró en alcanzarle la tapa de la batería. Se sucedieron dos ensayos de murmullo, mientras las cabezas que aún no se habían erguido imitaban el erguirse generalizado de cabezas.
ÉL: (Descargando un puñetazo sobre el brazo de su asiento) ¡Oíd, miserables! (Silba como una rosa; pero después suaviza el tono, generoso). Payasadas humanas por dignos aullidos de lobo que os obliguen a enfrentar mi palabra. Oíd.
Se habían roto las ataduras de la forma, la incomodidad de la sorpresa yacía hecha un revoltijo de sogas rotas.
ÉL: ¿Cuántos más para escribir las mismas cosas, el drama humano en personajes creíbles, las pasiones terribles en estrofas hermosas? Es belleza, sí, pero en carriles que ya están desgastados de fabricar música. ¡Refundid! ¡Repensad! Y del abono de los poetas viejos surgirá una planta del Edén. ¡Nombradla después como gustéis!
Al terminar, levantó la vista del folio impreso a los rostros. Era incapaz de leer en ellos. Los pensamientos ajenos sonaban aún demasiado débiles comparados con su propia voz. No obstante, no era insensible a ellos; lo cierto es que habría dado su mano derecha por hacerles entender que él tampoco sabía lo que escribía.
[section title=”Adrián Díaz – El click de las esposas” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Adrián Díaz – El click de las esposas
[br]
Él nunca le decía si era bonita. Ni siquiera cuando le preguntaba directamente: “Alberto, ¿crees que soy guapa?” Él contestaba con algo parecido a “No preguntes tonterías”. Sólo se sentía bella cuando él la miraba como si fuera a devorarla, antes del sexo. Después, fea otra vez. De tan fea, transparente, porque él apenas la echaba en cuenta. Salvo cuando la miraba fijamente y ella tenía que apartar la vista. Hacia abajo, mejor. Por si acaso.
Nunca había conocido a otro. Alberto fue el único, el primero. Y menudo primero, como un sueño. Ese sueño cuyas fotos junto a él quieres poner en Facebook. Ese sueño que quieres presentar a tu familia. Ese sueño que nunca creías poder alcanzar. Tan carismático, querido, sonriente, con alguna rubia cerca tan guapa que, para ella, Alberto era sólo una fantasía.
Se pasó los dos primeros años preguntándose por qué se había fijado en ella, y los dos siguientes empezó a entender, poco a poco, por qué no la dejaba. A su manera, él la quería. Y había cosas. Cositas, de esas que salen a relucir con el tiempo. De las que no te das cuenta en las primeras citas, pero pasan los meses y empiezan a estar ahí. Y ella le necesitaba. Sabía bien que siendo fea, y tan tonta, él se lo recordaba mucho, nunca iba a encontrar a otro. Ni siquiera a otro mejor o peor, sencillamente nunca, a otro. Los dos lo sabían, ella no valía nada.
Estudió de nuevo la pantalla. Era Ryanair. Todavía tenía familia allí, se alegrarían de verla, le acogerían hasta que pudiera valerse por sí misma. Un billete, sólo ida. Hizo clic sobre “finalizar compra”, y el ruido del ratón le recordó al de una cuerda que se rompe, al de unas esposas que se abren.
[/section] [/sections][warning]Siempre puedes escribir tu relato y enviárnoslo, aunque no estuvieses en la sesión, para que sea leído e incluido en el libro recopilatorio: contacta.[/warning]
Muy buenos relatos!!,