Sesión Ciervo Blanco de ESCRITURA CREATIVA en Madrid:
1 Imagen 250 Palabras
[sections collapse=”always”] [section title=”Objetivo y Funcionamiento” tip=”Abre Para Ver Objetivos y Funcionamiento del Taller”]
El objetivo es escribir un microrrelato original e inédito, de contenido y forma libres, basado en la fotografía presentada. Cada semana se ofrece una imagen distinta como disparador creativo.
El texto debe ser un relato breve de un máximo de 250 palabras. Esto es importante debido al tiempo; los textos que superen las 250 palabras no serán leídos en la sesión, ni podrán ser votados.
Durante las reuniones cada autor lee en voz alta su creación, se comentan las obras y al final del encuentro se vota al mejor texto. Los mejores relatos serán incluidos en el libro recopilatorio final. Es posible que pongamos en práctica durante la sesión un ejercicio de improvisación literaria basado en un disparador creativo diferente.
La asistencia es libre y gratuita. Es imprescindible escribir un relato basado en la imagen de un máximo de 250 palabras para poder acudir y participar.
[/section] [section title=”Información sobre evento” tip=”Abre Para Más Información Sobre Fecha, Hora, Lugar y Asistencia”]
Sesión de Escritura Creativa 150411
Cuándo: Sábado 11/04/15 a las 18:00
Dónde: Cicero Canary – C/ Altamirano, 16 – Argüelles, Madrid
Apúntate pulsando “Reservar“:
Lista de asistentes (incluyendo otras redes):
Afrodita (MU)
Carmen (MU)
Mara (MU)
José Cruz (CB)
Raquel Blanco (CB)
Rocío López (CB)
Roger (MU)
Antonio Martínez (CB)
Carmen Jiménez (UO)
Lena (MU)
Marta López (CB)
Pepe (CB)
R. (MU)
Sabine (MU)
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Escritura Creativa 150411
[hr] [br]
[success]RELATOS PRESENTADOS [br] Relato Ganador: La noche eterna, de José Rodríguez[/success]
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[section title=”José Rodríguez: La noche eterna” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
La noche eterna por José M. Rodríguez
[br]
Kopel se giró hacia el tercer palco. Unos ojos azules le miraron venenosos.
Las luces se atenuaron y Kopel apresó el violín flexionando sus dedos deformes. Entonces las notas de Johann Sebastian Bach se esparcieron entre las butacas y ascendieron hacia los palcos. Cuando llegaron al tercero, los ojos azules se cerraron crispados, para abrirse al momento con deleite.
La primera gota de sudor, mensajero del dolor, apareció enseguida. A pesar de ello, el arco siguió moviéndose sin vacilación.
El lamento del violín acabó y sobrevino el silencio, roto por una ovación ensordecedora. Bajo los ojos azules, unos dientes blancos rechinaron rabiosos.
Kopel abandonó el teatro por la puerta trasera. En la acera de enfrente unos ojos azules le esperaban. Se miraron. Kopel se subió la manga y acarició el número tatuado sobre su piel. Markus esperó, pero una vez más, nadie vino a detenerle. Y era así cada noche desde aquella lejana en la que Kopel había reconocido a su torturador entre el público.
“Sacaré la Luger”, pensaba Markus, acariciándola bajo el abrigo. Pero nunca era capaz, igual que no era capaz de dejar de acudir cada noche a aquel palco. “Intenté destruirte, judío, ¿a qué esperas para denunciarme?”
Pero Kopel se limitaba a acariciar el número tatuado y luego se giraba y se iba. Sabía que Markus acudiría cada noche. El dolor de sus manos destrozadas no era nada comparado con el odio que carcomía a aquella bestia. Alargaría la tortura hasta que el arco cayera de sus manos muertas.
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[section title=”Petra Bueno: Melodía de desamor” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Melodía de desamor por Petra Bueno
[br]
Todo empezó a ser distinto hace unos años.Cambios sutiles, cuasi inapreciables, pequeñeces que iban tiñendo de gris cada momento, poco a poco,sin alarmas incendiarias. Y las prisas diarias y el correr de la ciudad, y el frenesí del calendario hicieron el resto, manteniéndolo distraído de tan ocupado.
La distancia creció como mala hierba entre nosotros, y no supe identificarla hasta que el desamor había hecho metástasis, y apenas nos tocábamos una vez por semana, con un poco de suerte.
¿Qué podía hacer? Esperarle cada día,desdibujando mi esperanza entre la ansiedad y el desamparo. La tristeza me iba ganado terreno, y el amor se replegó, sabedor que esto era más que una batalla perdida.
Yo lo adoraba sin exigencias, vibrando al simple roce de sus manos, sintiendo el calor de su cuerpo, que me hacia entender el complejo concepto de la vida. Me dejaba ser entre sus manos, y no sabía hacer otra cosa más que eso.
En la misma mesa de siempre sigo esperando mecánicamente que todo vuelva a ser como antes,que un día sus dedos vuelvan a hacerme parir esa música que llenó mis cuerdas de vida.
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[section title=”Manuel Soria: Artemisa amiga mía” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Artemisa amiga mía por Manuel Jesús Soria Hidalgo
[br]
Veo como se me pasa la vida, como se viene la muerte; mi sangre gota a gota va manchando el frío y oscuro suelo, donde yo me hallo.
He dejado una nota de despedida:
“Artemisa, aquí te dejo mi violín, Artemisa, aquí te dejo mi sabiduría, Artemisa, ya no tocaré para ti nunca más una nota de este mi triste hermano. Ya que me arrebataste aquello que más quería.”
Mi vida gota a gota se desvanece mientras respiro lentamente. No tengo miedo, no me duele nada, solo poco a poco la oscura tristeza me ahoga.
No volveré a ver a la que más quería, la que se fue como golondrina en Mayo, la que no volverá a casa. Aquella amiga mía.
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[section title=”Pepe: Una historia sencilla” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Una historia sencilla por Pepe
[br]
Permítanme que me presente. Soy relativamente joven. Nací en 1912 en el taller del maestro luthier Josef Vávra, en pleno corazón de Praga. Mi primer amo fue el agrimensor Brodsky, un gran amante de la música. Todas las noches, antes de acostarse, me limpiaba con un paño minuciosamente y ejecutaba con notable pericia, diferentes piezas del repertorio clásico. A su muerte, sus herederos me llevaron a una casa de empeños, donde pasé años recluido en mi estuche. Allí me adquirió mi nuevo amo, el zíngaro Lungro Dom. Vivía de tocar en toda clase de acontecimientos populares. Era el director de una banda que se hacía llamar Fanfara: diez músicos que dominaban el repertorio de melodías tradicionales que tanto satisfacía a sus clientes. En 1933, mi amo fue enviado, junto a cientos de su misma condición, al campo de Terezin, y de allí a Treblinka. En todos esos años de intenso dolor, jamás se separó de mi, y siempre encontraba cualquier excusa para hacer que de mis cuerdas brotasen las notas más alegres y vivas que jamás produje.
Lungro Dom terminó sus días en las cámaras de la muerte, y mi vida quedó en suspenso hasta que fui recogido y depositado en el museo del ghetto, en las afueras de Praga. Allí pasé mis más tristes años, abandonado a mi suerte en una mohosa vitrina.
Todo cambió cuando contrataron, como vigilante nocturno, a un joven estudiante del conservatorio. Mi nuevo e inesperado amo sacudió de mi interior todo el dolor y cansancio acumulado en tantos y tantos años. Por fin, he vuelto a sonreir.
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[section title=”Rocío López: Carta en nº26 en Do mayor” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Carta en nº 26 en Do mayor por Rocío López de Diego
[br]
Queridísimo amor, mi vida y mi luz,
Han pasado seis meses y hay días que tu ausencia me impide respirar, nada tiene sentido sin ti y busco respuestas que nadie conoce. Tu vida era robusta frente a la muerte, hasta que consiguió quebrarla y apropiarse de ti.
El sol, impertinente, sale todos los días y hasta la luna se atreve a llenarse inundando mi insomnio de recuerdos. He perdido a mi mejor amigo, ya no huele a ti.
Incluso ha llegado la primavera ¡es que nunca guarda luto por los muertos! Llegará el verano, me temo, y no habrá sombra donde cobijarme.
Quisiera atrapar tu alma errante y que vaya conmigo, que vea lo que yo, que coma lo que yo y que llore conmigo. ¿O quizás ya está aquí y por eso aún sigo viva?
Mientras, te escribo cartas y hablo contigo, me imagino tu respuesta: no llores mi amor, si lo haces me derrumbo. Así que no lloro, sólo escribo.
Tu amante esposa.
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[section title=”Mayte García: Una pena” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Una pena por Mayte García
[br]
Se escuchaba su música a través del patio de vecinos, desde donde más de una vez nos hacía participes de sus obras.Se notaba vibrante, profunda, distinta…pero sobre todo se percibía un sonido único, lastimero, como pidiendo auxilio, te ponía los pelos de punta y mi intuición me decía que algo grave podría suceder.
Cada vez la melodía sonaba mas lejana, mas desesperada…hasta que ya no se escuchó mas que el eco de las últimas notas.
Nunca le podré perdonar lo que hizo, no porque no tuviera razones para hacerlo, como persona y amigo suyo que era, hasta lo podía entender, pero no tenía derecho a privarnos de su música y su pasión para crear y ejecutar sus “criaturas” como las llamaba él.
Cuando llegue, allí estaba su violín, sobre el estuche perfectamente colocado, su arco y su última partitura todavía inédita, detrás bañado en sangre estaba mi amigo con un tiro en la sien.
No le fue suficiente su música, su genialidad, su arte.
No soportó la pura y dura realidad de la vida y se nos fue
R.I.P
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[section title=”Anthony Oruna: Junto al ciprés” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Junto al ciprés por Anthony Oruna
[br]
Llovía como nunca. La tierra despedía un olor a barro viejo y húmedo que a Zacarías le penetraba por las fosas nasales de tal manera que le hizo empezar a estornudar violentamente.
La enfermera se le acercó con una taza de café en la mano.
–Le voy a abrir el toldo para que no se moje, ¿vale?
Él ignoró por completo el comentario regañino y fijó la vista en el fondo del jardín que hacía 15 minutos se había empezado a inundar.
Al día siguiente, mientras le hacían el desayuno, Zacarías se acercó a la ventana del salón. El jardinero y sus ayudantes estaban limpiando la tarta de lodo y hierbas que la lluvia había forjado por la noche. Y de repente vio la caja.
Estaba medio enterrada junto al ciprés que la abuela María plantó cuando murieron sus padres en un accidente de tráfico. Eran cosas de otra vida, de otra persona.
Zacarías había dejado de ser aquel niño que tocaba el violín como un virtuoso cuando ocurrió todo aquello. No entendió nunca que se le exigiera seguir tocando y embelleciendo el mundo después de semejante tragedia. Y María lo entendió perfectamente.
Sesenta años más tarde, su padre, su abuela, y la caja del violín salieron a relucir de mano de la naturaleza.
–Es hora– se dijo a sí mismo.
Mientras la enfermera buscaba a Zacarías él hacía tiempo que había dejado de estornudar para siempre.
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[section title=”Raúl Ballega: Imitación aleccionadora” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Imitación aleccionadora por Raúl Ballega
[br]
Stradivarius, extraordinario el Stradivarius construido por Antonio el de Cremona. Pero el sueño de Les, Paul y Gibson se esfumó tras la tasación del instrumento por parte de un lutier asesor de subastas de origen Checoslovaco que por casualidad estaba en Nueva Orleans por aquellas fechas.
Ellos tenían la esperanza de que fuese hermano de Lady Blunt, que se vendió no hacía mucho por 10 millones de euros en Europa. Hubo tantos hermanos famosos de Lady que habían flotado en la imaginería de los tres hermanos durante años: Lady tenant 3, Oystrack , lord dunn Raven 14, – prestado habitualmente a las prodigiosas manos de Anne Sophie Mutter -, le Maurien robado en 2002 y en paradero desconocido, y tantos otros, hasta unos 600…
Fiasco de codiciante por que el señor Kublak tasó el violín en no más de unos cuatro o tres mil euros por no tratarse si quiera de una de las magníficas copias que Vuillaume construyó en el siglo XIX en Francia.
El señor Laffite había mantenido bajo llave la verdad sobre el violín para mantener engatusados a sus hijastros, dignos vastagos más de un prestamista de tres al cuarto que del filántropo y considerado empresario que alimentó con su ingenio el prestigio de aquella pequeña zona del barrio francés de Nueva Orleans.
La nota póstuma no dejaba duda sobre el origen del instrumento y las particiones de la herencia fueron clarificadoras de intención y recompensas. El violín para los guitarreros, que nada tenían que ver con «El mago de Waukesha» el auténtico lester Williams del que habían prestado nombre a una guitarra legendaria y la antigua fábrica y los terrenos para su querida hija Marie que fué la única que dejó caer pequeñas perlas de agua salada sobre el cuerpo inerte de Dexter Laffite .
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[section title=”Fernando Calvo: Violín” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Violín por Fernando Calvo Soler
[br]
Al imaginar el violín le vino inmediatamente a la mente la visión de un niño, un pequeño aprendiz de músico, aprendiz en contra de su voluntad que, sin embargo, se aferraba a este instrumento para no terminar con su corta vida, pues esta idea le asaltaba hacía un tiempo. En el sótano de la institución educativa, en el cuarto de los zapatos, rodeado del ambiente húmedo y hediondo de ese lugar, trataba de mantener cierto equilibrio, alejarse de la muerte pretendida. Quién sabe si la mezcla del hedor y las notas musicales le traían todos esos pensamientos, quizá ni él mismo podía diferenciar en qué orden se habían sucedido la escena, las ideas recurrentes, la propia existencia, en fin, todo aquello que ahora parecía poner al pequeño bajo la angustia y la desesperación. Sin embargo, a su vez, este que imaginaba aquello no acertaba a explicarse cómo una imagen le había conducido a otra serie de ellas, tan desoladoras por otra parte. Tumbado, cambió de postura, intentando alejar los pensamientos de los instantes recientes, deshacerse de ellos, hacer que el olvido los tomase como si no hubiesen sido nunca. No lo consiguió. En la mesilla de noche había un libro con una nota encima, que decía: Bernhard, “El origen”, devolver hoy a la biblioteca municipal, pedir prestado “El sótano”. Entonces se incorporó, desperezó y levantó de la cama sabiendo que el pequeño había tomado la “dirección opuesta”.
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[section title=”Carmen Ruiz: Il Cannone” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Il Cannone por Carmen Ruiz
[br]
Esa tarde Il Cannone había salido de su vitrina en el Museo de Strada Nouva para una de sus puestas a apunto. Así era como le había bautizado su antiguo y más querido dueño, el virtuoso Nicoló Paganini.
Era un violín privilegiado, ya que pasaba sus días en una vitrina, en un ambiente perfecto de conservación admirado por todos, y unas cuantas veces al año salía a pasear para que algún otro violinista de élite le hiciese sonar, para que no se entumeciese demasiado y olvidase la música.
Esa noche el gran Ara Malakian había hecho vibrar sus cuerdas y bailar su arco ante un público entregado. Fue como si el violinista estuviese poseído por una energía extraordinaria, mayor si cabe que la que él destila en cada concierto. Y el público, como hechizado, disfrutó de la belleza y la emoción que brotaba de aquel Guarnieri único en el mundo. Aplauso y ovación.
Pero lo que nadie sabía era que Il Cannone tenía un secreto. Sí, los instrumentos musicales tienen secretos, y muchos de ellos albergan el alma de aquellos que con su genio los han dotado de vida. En el momento en que Paganini le otorgó un nombre propio, la magia se hizo. Y el alma musical del endiablado músico impregnó cada rincón del Guarnieri para siempre.
Algunos cuentan que un hombre extremadamente alto y delgado, de largos dedos y melena alborotada pasea de vez en cuando por el Museo de Genova. Y otros dicen que por la noche, se oye sonar la música endiablada de Paganini, y la imposible nota número trece vuelve a resonar por los pasillos del museo.
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[section title=”Adrián Díaz: Dejé de tocarte” tip=”Abre Para Leer Los Textos De Nuestros Escritores”]
Adrián Díaz Mantecón: Dejé de tocarte
[br]
En las noches oscuras y en las claras. En los mundos ignotos y resueltos. En las notas perdidas y encontradas.
Estaba él.
Y en lugares donde nos cogíamos arrebolados de las manos, y nos besábamos, y nos queríamos. Y en los momentos en que azuzábamos la suerte discutiendo. Y en los rincones donde nos refugiábamos del hambre, y el dolor, y la desesperanza. Y en las llamadas de teléfono donde nos jurábamos amor.
En todo eso, estaba él.
Y para cuando quise darme cuenta y comprender que cuando estabas conmigo también estaba a nuestro lado, dentro de ti, tu pasado, él, fue demasiado tarde y ya estaba roto.
Dejé de tocarte. Y no hubo más música ni en mí ni entre nosotros.
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[warning]Siempre puedes escribir tu relato y enviárnoslo, aunque no estuvieses en la sesión, para que sea leído e incluido en el libro recopilatorio: contacta.[/warning]
[…] Relato redactado para el taller de escritura creativa Ciervo Blanco en Madrid del Club del Libro Ciervo […]